La razón para decir no tendría como base lo siguiente: “más allá de los protocolos de seguridad, las instituciones educativas no pueden garantizar el 100% de prevención. Pueden garantizar que haya cuidado, pero hay una variable a tener en cuenta: el comportamiento individual de cada niño”, precisó el reconocido psicólogo cucuteño Alcides Urbina.

Para este profesional, hay muchos niños que posiblemente “aún no tienen la capacidad de autocuidado, como el lavado de manos, el uso adecuado del tapabocas. Eso dificulta el control. Una institución educativa no tiene tanto personal para estar pendiente de cada niño o niña. Esa es la preocupación de los padres”, explicó.

En la casa, la realidad es otra. “Los padres están pendientes del cuidado, pero en el colegio cómo se va a hacer si el niño no hace caso. Ahí está el mayor problema frente al regreso a clase”, lamentó Urbina.

Ante ese difícil escenario, enfatizó en que enviar los niños a la institución educativa debe ser una decisión consensuada entre los padres, “así los dos adultos no estén en el mismo núcleo familiar”.

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La pareja, o quien tenga la responsabilidad del niño, debe saber que “existe el riesgo de exponer al menor. Por lo tanto, hay que estar preparados sicológicamente por si se contagia. Se debe tener la capacidad de asumir consecuencias con relación a la decisión que se tome”.

Por otra parte, volver a clases presenciales es positivo. Reactiva el rol social del niño, lo cual ha sido limitado por la cuarentena y es un escenario que también se debe propiciar.

En el caso de que la decisión sea un no, “hay que buscar estrategias para que el niño pueda socializar. Por ejemplo, garantizar que interactúe vía virtual con sus primos o familiares. Incluso, con comunidades de juego, pero bajo el con control parental”.

Decir no, en este momento, a las clases presenciales, puede ser una decisión de corto plazo. El menor podría reintegrarse en 2021, de manera que pueda gozar de un mejor cuidado.